Cuando hablamos de leyes injustas, quizá nos viene, inmediatamente, a la mente las leyes de Nuremberg del 15 de septiembre de 1935. Leyes que, como bien sabemos, fueron las iniciadoras y ocasionaron la muerte de millones y millones de inocentes. No le quiero justificarlas ni quitarles la culpabilidad, pero en nuestros días, también existen leyes que provocan la muerte de miles y miles de embriones inocentes. Si no ajustamos bien los términos y suprimimos las leyes, podrían ocasionar más muertes que en toda la segunda guerra mundial con el nazismo.
El próximo 8 de noviembre se tendrá un referéndum en el Estado de Misisipi de los Estados Unidos de América para meter a votación si se debe considerar como “persona” al óvulo fecundado. Esto será una decisión muy importante no sólo para el Estado de Misisipi, sino que repercutirá en los demás Estados de Norteamérica. Si la postura pro vida vence, esto provocará un impacto muy fuerte contra las leyes del aborto. Las personas, ya con la conciencia de que se está tratando de “una persona” y NO de un simple “producto”, como los suelen llamar, seguramente cambiaran las leyes del 1973 que favorecen el aborto. Esperando que la gente vote a favor del reconocimiento de “PERSONA” desde los primeros momentos de la concepción, me parece oportuno afirmar que no siempre el consenso de la mayoría crea la verdad.
Aún esperando que la votación sea favorable, no me parece justo meter a votación la dignidad y los derechos de la vida humana. El querer meter a votación si es persona y no lo es, no es el mejor camino para llegar a la verdad. Si éste término le compete a la filosofía, lo más correcto sería dejarnos ayudar de una buena filosofía. La palabra “PERSONA” ya tiene su significado propio y profundo. Ésta es una de las grandes herencias que recibimos de la filosofía. Los filósofos, profundizando en lo más intimo del ser, han descubierto qué es lo propio de la persona. Ellos son los que, en este ámbito, nos pueden iluminar y hacer entender, al menos humanamente, la esencia del término PERSONA. Tomando la definición de Boecio acerca de persona substancia individual de naturaleza racional se puede atribuir este concepto desde los primeros momentos de un óvulo fecundado.